sábado, 18 de septiembre de 2010


Cada mañana, cuando se despertaba me regalaba una nueva sonrisa. Una nueva que jamás lograría olvidar.
Me acuerdo como se levantaba de un salto de la agitada cama con sábanas blancas, estiraba los brazos hacia arriba suavemente, se rascaba la mejilla derecha y me deleitaba abriendo la boca y mostrándome sus blancos dientes de porcelana. Recuerdo que cada vez que esto se producía, una musiquilla ligera y frágil se hacía notar en mi cabeza, indicándome que en ese preciso y diminuto instante mi corazón se volteaba mostrándome que era irremediablemente feliz.

1 comentario:

  1. Bua, bua, bua, Cami, este texto es genial, de verdad.
    Lo amo muchísimo, tía. Gracias por volver a sorprenderme una vez más :)
    Te quiero.

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