lunes, 10 de mayo de 2010


La furia empezó a correr cuando me di cuenta de que era demasiado tarde y de que la estación empezaba a vaciarse. Los últimos trenes comenzaron a salir. Solo quedaba en el que estabas tú. Corrí por el barnizado suelo de marmol, que tantas veces había visto fregar a señoritos con gorros de un amarillo bastante ridículo. Posiblemente sería la última vez que lo pisaba, debía aprovechar mis últimas zancadas sobre él. Cuando llegué al andén quedaban pocos minutos para que el reloj, ese bonito reloj negro marcara las doce de la noche, entonces vi un tren de color rojo, precioso, y en una ventana a ti, apoyada. Corrí tanto como pude pero mis manos apenas alcanzaron a rozar el cristal de las ventanas más traseras... el tren empezó a moverse a gran velocidad y lo que viene después supongo que podrás imaginarlo. Recuerdo que esa tarde volví a casa un tanto melancólico, posiblemente nunca volvería a verte. Posiblemente esos tres meses de tan intenso amor no habrían servido para nada, ni si quiera pude decirte que te quiero. Lo único que pensaba era que habiamos pasado la primavera juntos, no el invierno, ni tan siquiera el cálido verano, si no la primavera ¿qué mas se puede pedir? una primavera llena de flores brotando, calor, tu pesada alergia que tanto me hacia reir... ¿que más puedo pedir? Podría pedir que estuvieras a mi lado, pero... ¿sabes qué? prefiero verte en privamera, cuando tu piel sea de color rosa, como las flores del jardín, cuando los arboles sean tan altos que sus hojas te hagan estornudar, tan dulcemente, una y otra vez. Prefiero sentirte en primavera y saber que mi pequeña florecilla ha vuelto. No lo dudes pronto te buscaré, pero claro, siempre en primavera.

1 comentario:

  1. Siempre le das un toque diferente a cada texto, que le a una característica especial. Una pizca de imaginación y sentimiento que es fantástico.
    Me pasaré pronto a ver más entradas.
    Un besazo.

    ResponderEliminar