domingo, 9 de mayo de 2010


Recuerdo aquel café que te tomaste. Eran las cinco y cuarenta y dos minutos. Recuerdo que lo bebías lentamente, saboreando cada gota. Yo hacía varios cuartos de hora que lo había terminado. De pronto te dije:
-Me gusta observarte, me gusta observar como saboreas el café. Me gusta la forma de tus labios rojos al tocar el cálido vaso. Me gusta la marca que dejas en él, la huella. Me gusta el ruido que provocas cuando absorbes y el ruido del cristal contra tus dientes. Tus dientes de perla.
-Gracias... la verdad, me gusta el sabor del café, me gusta mantenerlo en mi boca, me gusta olerlo, saber que sigue ahí... que sigue en mi vaso.
-También me gusta la canción que está sonando... es perfecta para este momento.
-Pero... no tengo el tocadiscos puesto.
-Bueno, entonces la tendré en mi cabeza... hay una canción de la que no me puedo despegar.
-Y... ¿como es el estribillo?
-El estribillo... ummm...el estribillo... el estribillo eres tú.
-¿que pasa, que ahora soy música?
-Recuerda que la música es un sentimiento, muchas veces, de felicidad.
-Pero muchas otras de tristeza.
-Esta es una canción alegre.
-¿Por qué?
-No lo recuerdas, tú eres el estribillo... no podría ser de otra manera.

1 comentario:

  1. Dios, Camila, me encanta. Es increíble. Me gusta esa manera que tienes de escribir. Es maravillosa:)

    ResponderEliminar